En el mes de la Solidaridad

  • Rosquillas, galletas y queques fueron parte de la once que compartieron junto a una treintena de abuelitos que reside en el Hogar San Vicente de Paul de Iquique.

Una tarde de amor, entrega y alegría fue la que brindaron alumnos y apoderados de Cuarto Básico a los abuelitos del Hogar de Ancianos San Vicente de Paul en el marco de la celebración del mes de la Solidaridad y los valores que como entidad educativa, el colegio busca promover en todos sus estudiantes.

La actividad se planificó  con antelación y ningún detalle quedó al azar. Los niños de 4°A terminada su jornada escolar, debían partir raudos junto a un grupo de apoderados y a su profesora jefe, María Cecilia Ormazábal, a la casa de acogida para adultos mayores ubicada en la esquina de Manuel Rodríguez  y calle Amunátegui.  La idea era llegar a preparar la once que los abuelitos puntualmente reciben a las 17:30 horas.

“Ya llego, cuál era la dirección, voy en camino” eran parte de los mensajes que por el grupo de WhatsApp se enviaban los frenéticos apoderados que hacían lo imposible por llegar a la hora acordada. Pero todo salió a pedir de boca. Mientras un grupo preparaba la once, otro recibía los útiles de aseo que también se entregarían como regalo.

Pañales, toallas húmedas, servilletas, papel absorbente, crema emulsionada, afeitadoras  y leche  se fueron amontonando en la oficina de administración. Y mientras eso ocurría, los alumnos acompañaban a los adultos mayores que a esa hora descansaban en un hermoso e iluminado patio interior lleno de flores y árboles. En uno de los extremos del patio, los niños maravillados contemplaban un sin fin de manualidades hechas por don José Díaz, un lotino llegado a la zona hace ya más de 40 años y que ahora vive en el hogar.

Con esa paciencia que solo los adultos mayores pueden  tener, les mostró cómo hacer guirnaldas de papel, sillas y barcos a escala. “Espere, espere, déjeme grabarlo”, decía una de las sorprendidas estudiantes”. El rostro de don José se iluminaba a cada pregunta que los niños con verdadero entusiasmo le hacían, felicidad que también se pudo observar en los rostros de los demás ancianos que residen en el hogar, durante la once que compartieron con los alumnos.

“Me acuerdo que cuando yo era pequeña y estaba en kínder vine con mi curso a visitar a los abuelitos y les cantamos canciones”, le comentaba Javiera Maldonado, alumna de 4°A, a la abuelita con la que se sentó a tomar once.

“A veces nos vienen a ver  y nos gusta mucho cuando son niños, nos alegran el día. Ustedes tienen que querer y respetar a todos los abuelitos”, era el consejo que recibió como respuesta Javiera.

Algunos decían cosas sin sentido y los niños se miraban sin comprender, pero sabían que eso podía suceder.  Antes, su profesora jefe les había explicado que a veces los abuelitos pierden un poco la memoria, otros pierden la visión y la audición y a algunos les cuesta caminar, pero todos responden al cariño que se les brinda.